domingo, 22 de noviembre de 2009

La Graciosa, segunda etapa.

La Graciosa, es, en definitiva, un paraiso para los sentidos. Una diminuta isla del archipielago Chinijo. Un pequeño reducto del mundo, donde el tiempo parece haberse detenido. La Graciosa es un lugar que requiere una dedicación especial, una pausa en el espacio temporal, para dedicarle unos instantes, aquí.
Cuando llegué allí, me pareció estar en un lugar muy lejano, sus gentes se movian despacio. Sus calles de arena, parecían atraparte, para que no pudieses dar un paso más. El caracter de sus habitantes, distinto, recto, seco, lejos de lo que pensaba que me iba a encontrar. Me sorprendió de una manera que aún a día de hoy, me cuesta encajar.
Referente a lo que fue mi día allí, relataré desde mi llegada a la Isla. Tras bajar del graciosero, un sencillo puerto nos dá la bienvenida. Descargue mis cosas, mochila, bici y demás y me dirigí a la pensión de Enriqueta. Caminé unos metros entre sus calles de arena, y pasadizos de suelo de piedra, y llegué tras preguntar a varias personas a la casa de Enriqueta.
Me abrío la puerta, una mujer de una cierta edad, con una gran sonrisa en la cara. Mantuvimos una pequeña conversación y no puso ningún impedimento en que yo y mi bici, nos instalaramos en una de sus sencillas habitaciones, que a mi parecer, pese a su simplicidad me sirvieron como si de un palacio se tratase.
Al llegar tan pronto a la Isla, tuve tiempo, para hacer mis compras, relajarme, y pasear en busca de su atardecer. Más tarde, baje a tomarme algo a los bares del puerto, dos o tres a lo sumo. El lugar es pequeño. Me encontré con una simpática periodista, Cordobesa, afincada en MadriZZzzzzZZZ, procedente de Copenhague, y con parada técnica en la Graciosa. A veces los viajes tienen estas cosas, y comiendo pulpo a la Gallega acompañado de un Gintonic, tuve una de las conversaciones más agradables e interesantes que tenía hace tiempo. Así que mi tiempo en la isla, se hizo corto. Trás la noche llegó el día...
Como buen pedalero, pues ese era realmente mi destino en la isla, me dispuse a pedalear. Segunda etapa de la Pedales de Lava. Ya lo dicen en su página web, la Graciosa, bien vale un día de vuestras vidas. En efecto, valdría más de uno, por lo que yo pude descubrir.
No es en absoluto, un día duro, por no ser, no llega a ser ni liviano, ni tal vez ingravido. A pesar de no serlo, por que no disfrutarlo en su justa medida y de una forma uniforme? Eso fue justo lo que hice, lo que me proporcionó un complaciente y ameno día.
La ruta en sí, es totalmente disfrutona, con mil paradas técnicas para hacer fotos y videos. Las pistas que recorreremos están en perfecto estado, lo que apenas dificulta el tránsito por ellas. Saldremos de "Caleta de sebo" centro neurálgico de la Graciosa, y subiendo por pista nos dirigiremos al collado entre montañas punto que se podría definir, como nexo de unión de los cuatro puntos cardinales de la isla.
En este punto giraremos a derechas, y tras un pequeño sube baja, nos dirigimos a la urbanización de Pedro Barba, un lugar este sí, (como en realidad tantos otros de allí) donde no me importaría perderme una temporada. Una Pequeña urbanización con casas sencillas y con mucho estilo, una bonita playa, y un no mejor espigón donde las gaviotas se posaban a disfrutar de la calma del lugar.
Volveremos por el lugar donde hemos venido, subiremos, pistas de arena, y llegaremos a Playa Lombra, donde una pareja aislada disfrutaba haciendo naturismo, arropada por la ausencia de muchedumbre de otras playas.
Una vez pasado este bonito reducto natural, allá a lo lejos, se divisa montaña Bermeja. Continuamos por las pistas, sufriendo el que ya forma parte de nuestro viaje, el risaero. A pesar de que parece algo que tenga que ver con el arte flamenco, no tiene en absoluto, nada que ver. El risaero, son los surcos, que de forma perpendicular al sentido de la pista se forman tras pasar los vehículos cuatro por cuatro por ella. Lo que, supone en el ciclista, unos baches bastante bastante desagradables. Me fui acostumbrando poco a poco, pues forma parte de la geografía Lanzaroteña en prácticamente toda su extensión.
Algo más adelante podremos disfrutar de las increibles vistas de la playa de las Conchas, de su solitud, de su extensión, y de la bravura del mar que baña su orilla. De aquí, volvimos al collado entre dos montañas, y de ahí siguiendo pistas hasta el final de la Graciosa, hacia su otra punta, donde encontraremos las laderas de montaña amarilla, y las vistas de playa Cocina, mirando desde punta del Pobre.
Increibles vistas. De vuelta por donde hemos venido, podremos acceder de nuevo al collado entre montañas y de ahí al pueblo de Caleta de Sebo, finalización de la etapa de hoy. 35 kilómetros y 330 metros de desnivel, la verdad, un paseo.
La distancia es corta, y el tiempo en hacerlo, más corto aún. Lo que nos proporcionará un tiempo excelente para disfrutar de sus playas volcánicas, lugares recónditos, y paisajes de una serenidad increible.
Así que tras descansar y reponer fuerzas, esta vez, el destino, fueron las tranquilas playas que encontraremos a la izquierda del pueblo de Caleta de Sebo, un lugar en el que se puede descansar, pensar, meditar, y sencillamente disfrutar de las vistas que Lanzarote pone ante nosotros al contemplarlas desde la Graciosa.
Por la noche, otra agradable cena, está vez, con buen criterio ( Y, no precisamente mío) huyendo del centro y en dirección opuesta, es decir hacia Pedro barba, por las calles de Caleta de Sebo, en breve espacio de tiempo se llega a una playa en la que hay un tranquilo restaurante. Pescado fresco, pulpo, papas arrugas, y un vino blanco de la tierra... increible cena, espectacular noche, y mejor compañía.
Al día siguiente, una dura etapa me esperaba...
La Graciosa me conquistó, un lugar de los que no quedan. Unas puestas de sol, que sin ser de las mejores, te contarán muchas cosas.... es un rincón especial.
Hasta la próxima.

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