Desde que el cerebro adquirió la capacidad de
razonar, el ser humano, adquirió la incansable capacidad de buscar. En base a
ello, adquirió el no menos importante talento para formular preguntas.
Preguntas de todo tipo, sobre todo tipo de
cuestiones. Esperó, por ende, las respuestas. La mayor de las incógnitas que
acaparó toda su atención, y su
disposición para responderlas, rondó entorno al tiempo, al espacio, a la
existencia, y a la felicidad.
Búsquedas eternas, que paralelas a la vida
del ser humano, permanecieron, permanecen, y permanecerán. Muchos han sido, los
que han interpretado, y han diagnosticado una respuesta para estos
imperecederos misterios.
Haciendo uso de su credo, su dogma, su
religión, su fe, su intelecto, su sabiduría, su erudición, y su sapiencia,
científicos, religiosos, físicos, cuánticos, cabalistas y alquimistas, dieron
posibles respuestas a algunas de las cuestiones más importantes de la vida.
Unos con su lógica, y otros con su fe, se
vanagloriaron de estar en posesión de la “rationis” (etimología de razón, en
Latín), y de ello derivaron muchas creencias populares actuales.
En la división de la lógica y la fé, surgió
una figura que incluyó el misticismo, como cimiento de sus acciones, y dió lugar
al nacimiento de una figura que representa la perpetuidad en la búsqueda de la
piedra filosofal.
La alquímia, no ha sido un sueño en la
historia, fue real y durante más de 2500 años dejó su huella y sus logros en
todos los grandes imperios existentes, entre los que se cuentan India, China,
Mesopotamia, el antiguo Egipto, Persia, el imperio Islámico, y el gran imperio
Romano, entre otros.
El Alquimista debía primero transmutar su
alma, para poder transmutar los metales en oro. Debía purificarse, mediante la
práctica espiritual. Adquirir la comprensión de la unidad de todas las cosas,
lo físico, lo metáfisico, lo material, y lo espiritual.
La plena aceptación de este concepto, suponía
el comprender la ciclicidad de la existencia. La indivisión de ciencia y
conciencia, de muerte y resurrección, de lo visible y lo invisible en un ciclo
sin fin. Supone para el Alquimista la comprensión de la dualidad, en un
recorrido continuo, que es imperecedero y que inmediatamente resurge tras su
finalización.
Para representar esta idea, los alquimistas
hicieron uso de uno de los muchos signos e iconografías, a los que se les
atribuían unas cualidades y un simbolismo, propios de la ciencia a la que
representaban.
Si bien es cierto, la historia de esta
iconografía que menciono, proviene de un
poco más atrás. Para presentarla, ya que es mi intención, nos remontaremos a
sus orígenes.
Uroboros ó Ouroboros, es la iconografía
simbólica de la que os hablo. Su simbolismo, ha permanecido prácticamente
intacto hasta nuestros días, y refleja a la perfección por su historia, y por
lo que simboliza, el ciclo eterno al que ineludiblemente la existencia está
sometida.
Legendariamente la figura ha sido usada, por
un periodo no inferior a 3000 años antes de cristo en diferentes culturas, teniendo representaciones más significativas en la cultura Egipcia, 2300ac y en la mitológia Nórdica.
Se dice de ella, que era llamada la
“Serpiente de Midgard” o también llamada “Jörmundgander”. Midgard era la Tierra del Medio, fue creada
por los Dioses Odín, y sus hermanos Vili y Ve.
Legendariamente, la Tierra del Medio surgió
de la batalla de estos con Ymir, también llamado Aurgelmir, fundador de la raza
de los Gigantes de escarcha. Tras la batalla, los hijos de Bor (Odin, Vili y
Ve) cogieron el cadáver del gigante Ymir, y lo hundieron en el abismo, para
desde allí construir el mundo habitable para los no dioses, llamado La Tierra
del Medio.
(Odín, Vili y Ve, en la batalla con Aurgelmir) |
Cuenta la leyenda, que los hijos de Bor,
utilizaron su piel para crear la tierra,
los ríos y los océanos surgieron de su sangre y su sudor, para los
anchos valles, las rocas y las montañas, utilizaron sus huesos. Con su vello, hicieron la vegetación, con sus dientes, los acantilados, y con las cejas de
Ymir, hicieron las fronteras con el mar. Para concluir, con su cráneo, crearon la bóveda del cielo, y
esparcieron sus sesos para crear las nubes.
Jörmundgander, era un ser másculino, que
tenía como Padre a Loki, y como Madre a la giganta Angrboda. Cuando los Aesir,
que vivían en Asgard (la tierra de los Dioses), vieron con sus poderes las cosas terribles que
podría hacer este ser, Odín lo lanzó al mar que rodeaba Midgard hasta el día
del juicio final ó Ragnarök.
Jörmundgander, creció tanto que al final
acabó rodeando la tierra y mordiéndose su propia cola, dando lugar a la figura
del Uroboros o también llamada cinta del mundo.
Huyendo finalmente de la leyenda mitológica,
que nos sirve para presentar los orígenes, nos centraremos en la representación
mística y filosófica de esta criatura legendaria.
El Uroboros, representa pues un concepto
filosófico y místico, de una importancia
tal que ha trascendido hasta nuestros días. Se representa como una serpiente o
un dragón que se muerde la cola, formando un círculo sin fin. Su nombre procede
del griego (oyrá y borá ) que significa cola y alimento respectivamente.
(Sísifo, y su eterna lucha, son el mejor ejemplo de la representación de la teoría del Eterno Retorno) |
Esta representación sirve para plasmar
iconográficamente la idea de que la existencia, es cíclica y se repite con una
aplastante determinación, y de forma incansable eternamente. El Uroboro, se
presta, a la servidumbre de muchos dogmas, religiones y credos, que adoptan
para sí esta idea de la repetición de la
existencia una y otra vez.
Este animal de gran simbolismo, sigue a día
de hoy, plasmando la idea de la lucha eterna, la naturaleza de ciclo de las
cosas, y la resurrección de toda muerte (en un concepto global de
espiritualidad y/o de finalización de todo, para volver a resurgir), y al mismo
tiempo el esfuerzo inútil, ya que todo volverá a suceder sin que podamos hacer
nada para impedirlo.
De forma sublime, esta teoría filosófica, ha
sido representada por la hipótesis
llamada El Eterno retorno. Esta suposición fue presentada por primera vez
durante el movimiento del Estoicismo, que fue un movimiento filosófico que tuvo
su mayor auge, en el período helenístico, en tiempos de Alejandro Magno, allá
por el 300ac aproximadamente.
La conjetura que da lugar a esta grandísima
teoría, no es más que la conjetura o percepción, de que el mundo o la propia
existencia se repite de una forma cíclica, por ende repetitiva, y no lineal. Es
decir, la suposición de que principio y fin, distan entre si, es errónea. Por
consiguiente, El eterno Retorno, nos plantea una existencia donde principio y
fin, son exactamente el mismo punto.
Lo que nos lleva a la conclusión, de que somos
presos, en nuestra propia existencia o realidad, como tal es la inmortalidad de
un Ave fenix.
Tiempo a,
Nietzche explicó de forma sobresaliente, lo que es el Eterno retorno
para la comprensión humana, realizando un paradigma muy diáfano, en su obra Así
habló Zaratustra. En ella, el protagonista descubre que a pesar de su esfuerzo,
(tal como le pasó a Sisifó, el cual arrastró eternamente una piedra hasta la
cima de una gran montaña, para volver a caer, y volver a empezar, así de forma
perpetua.) su existencia se repite una y otra vez perennemente. Por lo que tras
su comprensión de la realidad cíclica que envuelve a todas las cosas, su única
salida es que Zaratustra se convierta en el Suprahombre ó Übermensch.
(Friedrich Nietzsche) |
Este pensamiento sobre la realidad cíclica de
todo lo que nos envuelve, es un juicio tan global de la comprensión de la
dualidad, que ha sido representado en infinidad de religiones, opiniones, y obras de una forma increíblemente sorprendente y constante.
Lo que Nietzsche pretendía explicar, y de forma
soberbia hizo, es que el ser humano se convertirá en Suprahombre, cuando
comprenda la realidad de la existencia cíclica y decida vivir tan intensamente
su vida, que ninguno de los momentos que deje atrás pudiera ser mejorado. Esto
trascenderá hasta el momento de la resurrección espiritual, en el que se
produce El Eterno Retorno. En este momento el ser entenderá que su existencia
ha sido tan plena, que no cambiaría ni un solo instante de la misma, por lo que
El Eterno Retorno se ha convertido en la mejor existencia que desearía para si
mismo, pues ha sido tan intensa y perfecta que no cambiaría ni un ápice.
(Nota del autor: Composición de Uroboros realizada con varias iconografías antiguas) |
La victoria, en consecuencia, consiste en
vivir intensamente y con ausencia total de miedo, convirtiendo nuestra
existencia en una experiencia insuperable.
Como reza, una antigua iconografía, que por
primera vez se usó en un tratado alquímico del siglo II, escrito en Alejandría:
Finis Ab Origine Pedet.
El Fin pende del Principio.
Entendamos pues, que la perfecta aceptación
de nuestra realidad, es vivir intensamente y sin miedo, todos y cada uno de los
momentos que se nos ofrece. Solo así comprenderemos, que la plena felicidad, el
estado del Suprahombre que Nietzche explicaba en su obra, depende única y
exclusivamente de nosotros.
Vivamos pues, como si cada momento que deba pasar por nuestras manos, ya fuese perfecto.
Saludos.
Gracias por leerlo, … XD Juass¡¡ si has llegado hasta el final, deja tus comentarios,
si lo crees oportuno.
La verdadera Felicidad solo la puedes obtener de ti mismo..... Disfrutando de todo lo que te haga sentir pleno.
ResponderEliminarS..
No podría estar más deacuerdo, S. Gracias por dejar tu opinión!!
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
ResponderEliminarNo hay de qué, un placer.
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